miércoles, 29 de junio de 2016

Las imágenes de tu sombra moviéndose entre las del bosque me persiguen, me quieren abrazar y yo en este sueño me tengo que escapar. Corro y corro como si corriera de mi propio corazón. No me puedo ocultar ni debajo de las hojas caídas del pino porque allí abajo, respirando suave creo que ya te he perdido y no.

Dulce, dulce, dulce. Deformador de nubes, lunático lisérgico, corazón animal.
Veo un pececillo atrapado
en una red, en el fango,
no es un pez, es un ser humano
una joya ahogada, sangrando por los dientes del cepo

me pregunto
¿qué derecho tengo a lograr mis sueños entonces?
Hay sabores demasiado difíciles de describir, quizá porque se acercan más a una sensación que se siente con todo el cuerpo que a una percibida sólo por las papilas gustativas. Así, mirar por una ventana altísima a la ciudad cubriéndose y bañándose de lluvia se parece al sabor amargo y fresco de una uva verde, pero también sabe como el escalofrío de una piel desnuda y húmeda a la cual una brisa acaricie.

Por otro lado, el vapor de un té caliente puede oler a anís, saber a anís, pero su temperatura se expande desde adentro a todo el cuerpo y lo abriga, así como unas manos suaves y calientes lo harían, amasando y relajando, nunca amansando pero quizá habitando... músculos, huesos, piel. Orden inverso, mismo efecto.

La naranja caliente y el singani se me confunden al intentar evocar lo que me provocas. Una dulzura cálida, carnosa y plena de explosiones mínimas como las de gotas que constituyen la pulpa de este fruto, más la embriaguez inmediata de este alcohol, una sensación de fuego que avanza, recuerdo de anhelo que me envuelve y a la vez se introduce en mis células, en cada una de ellas. Soy toda deslizamiento, tobogán de sentidos deseando devorarte.

lunes, 18 de enero de 2016

Gota que sueña

Tantos
He conocido tantos paisajes bajo el mar
que me siento en casa con cada sombra que se derrama allí
me siento hermana de los abismos
de los peces sin ojos, sin nombre
de piedra, casi desaparecidos
en el fondo
Pero cuando -un segundo después-
siento la sal, ya en el aire,
estoy en lo mío.
Prendida de un ala, evaporada, ascendiendo al sol,
fluyendo liviana, molécula
dorada o transparente.
Digo: soy feliz, así de simple,
y no comprendo mi pasado
Pero el imán, el centro de la tierra
me llama, sin puntos medios
me arrastra a su corazón.

No puedo elegir
Bordear la luz
Bordear la oscuridad
Profundo, en el calor
Congelada, al centro del témpano

En la cúspide me quiebro
Al fondo de la más honda grieta
me reintegro
¿Cuánto más soportará este cuerpo?
¿Se está templando?
¿Está aprendiendo?
tengo miedo
y me da igual
y al mismo tiempo
estoy contenta...
¿Qué es eso?

Y vos, que me ves en todos lados
con todos tus sentidos
¿a quién ves?
estoy en cada célula tuya
y al mismo tiempo
al otro lado de la galaxia

Tan lejos
que ni sé si voy a llegar.
Pero sí,
quiero hacer este camino.

(2011)

viernes, 15 de enero de 2016

Quién fuera


Al mar le escribe esta isla, porque parece ausente. No se borra en el recuerdo, pero la espuma, se siente, no está ya. El viento desempolva fósiles. Y trae una canción, muy bajita, que alguien canta lejos.
¿Y las aves? ¿Y los peces? Acompañan. Pero si no hay mar, déjenme sólo la bruma como abrigo. Y que nada se detenga; ni este corazón algo oxidado por la pena, a la que puedo poner entre paréntesis si es necesario.