viernes, 17 de abril de 2009

En julio, cuando vuelva, serán mejorados muchos artículos publicados: su mala redacción, su falta de argumento y redundancia. Las miles de desordenadas ideas secundarias serán borradas o encontrarán su lugar definitivo: modesto o contundente.

Las comas adquirirán regularidad de respiración. Los puntos aparte serán justos descansos para reflexionar. Los puntos finales serán puntos finales, al fin. Y, en fin...algunos puntos suspensivos se harán camino tal vez.

Como dice el maestro galeano, hay que cultivar la memoria en iguales proporciones que la esperanza y algún otro añadió que hay que caminar al mismo tiempo que soñar.

Me voy a recoger historias, a vivir algunas otras. A afilar armas y alimentar la convicción de que se puede ser feliz, de que Venceremos.

Nos vemos en julio, si no me ganan antes las ganas de escribir.

Ref: Solicitud Licencia (¡La famosa!)

Después de una peregrinación entre oficinas universitarias, embajadas y demás, de duración cercana a un mes, ya casi puedo asegurar que estaré ausente durante un tiempo. Hasta fines de junio. Disculpen el silencio escrito, entonces.

Me produce mucho placer volver a la comunicación humana, cara a cara o a través de palabras sencillas y directas. Después de tener que escribir cartas oficiales que me autoricen a escribir una carta oficial que viabilice la emisión de un certificado, no será ya esfuerzo pedir un abrazo a alguien que encuentre frente a mí, mirándole a los ojos. Espero.

No sé si todo será mejor o peor con la visa o sin ella. Pero algo he confirmado: que la burrocracia es un buen lecho de la colonia. Complejos de superioridad, de inferioridad, lógicas inentendibles y exclusoras, opas en cada esquina (obviamente también de los otros).

Sumario de los personajes infames que encontré:

- El Cobarde: miedo a su superior. Poder sin poder y sin cabeza, resultado: una piedra gigante en el camino. El que debía afirmar que me podían dar el Papel. Pero le dió un ataque de sistitis y desapareció por un conducto de aire. Dejó en el camino un zapato.
- El Gran No: un tipo de cara adormecida, poco pelo y el tic compulsivo de decir "no". La encarnación de la congestión nasal, digo oficial. Lamentablemente, era este personaje el único habilitado para darme el Papel.
- La Burócrata Tras El Vidrio: en la embajada, la que recibe los papeles. La que preguntó a una consagrada titiritera: "¿No tiene título académico?" y la miró despectivamente. Realmente, otra lógica.
Ni quieren saber en qué condiciones quedaron éstos después de unos minutos de imaginación.

Por suerte, y como la heroína de esta tonta aventura, apareció:

- La Lógica: La única que se dió cuenta de lo tonto que era no emitir el Papel ese. Con sus buenas intenciones logró volcar la situación. Gracias, che, aunque no pude imaginar para tí más que algunos pájaros desplumados y un par de cd's rayados, pero con lucecitas (de esos que se cuelgan en los micros, ¿no ve?).

Comprenderás con esto la devastación que en mí producen las oficinas.

Colgaderas sádicas

No sé si alguna vez, en medio de una conversación, te has ido a la luna. Te has "colgado", diría un amigo. Me refiero a cuando la imaginación te agarra de una oreja y te lleva a pasear al polo norte, encarnado en un oso blanco de esos que mueren ahogados por no encontrar icebergs; te lleva al bosque negro, al lado de un lago tan plano como un espejo, en medio de una noche de lobos; te lleva a algún país abusivo a sembrar baobabs, o al patio de tu amor platónico a sembrar alguna florcita anónima.

Seguramente te ha pasado.

Las conversaciones con burócratas, y funcionarios en general, tienen en mí la propiedad de estimular estas "colgaderas", pero sádicas. Si alguna vez me encuentras en la calle y me pides un certificado (ni qué decir en una oficina, con todo ese aire viciado por los trámites), ten por seguro que mientras dulcemente te sonrío y pregunto "¿A quién debe ir dirigida la solicitud?", estoy imaginando que un misil recién lanzado desde Islandia tiene por destino el lunar de tu oreja derecha. Puedo estar imaginando que el coágulo mortal que destroce tu cerebro está a sólo unos centímetros de su meta. Puedo estar imaginando que a tus mangas les crecen dientes de piraña y te mutilan las manos. Imagino un borrador gigante que te borra. El que las imágenes sean dignas de un cuento o de un periódico de crónica roja barata, depende de variables como el clima, el nivel de mi resfriado, tu corte de cabello, de si ese día pude ver algún músico callejero o no (y de su calidad).

Estas imágenes no son precisamente de las que se olvidan rápido,¡no! Se acumulan y después de un tiempo se congestionan. Los efectos en la salud son similares o peores que la sinusitis de la semana pasada.

Gracias por este dolor de cabeza, embajada, U y demás. Es el complemento -o relevo- perfecto para esta gripe. Sin ustedes, el mundo sería realmente mejor. Una pena, en fin.

jueves, 2 de abril de 2009

Estatuas vivas (versión algo mejor)

Llego unos minutos tarde y Claus ya está en mi casa. Lo encuentro sentado en el sillón de mimbre, frente a la ventana, con pantalones de cuero, tirantes, camisa blanca y una nariz de payaso.

¿Listos?, pregunta. Rato depués, ya equipados con todo lo necesario para esta tarde (una sillita y una cajita metálica) nos trepamos a un taxi rumbo a la plaza principal.

A través de la máscara lila, bajo el gorro larguísimo del mismo color, y tras el acordeón veo a los transeúntes mirarnos con sorpresa. Estamos en el centro de la plaza. Con la música, las señoras detienen su camino, los niños paran la oreja y ni intentan reprimir la sonrisa que voltea su mirada hacia nosotros. Un señor de unos cincuenta años, asiento diagonal derecha, se instala para no moverse durante todo el tiempo que nos quedemos.

A medida de que pasan los minutos y las canciones, algunos otros personajes más llegan a acompañarnos con su propia magia, por ejemplo un grupo de niños con guardapolvos casi blancos que, al terminarse sus moneditas, gritan: "¡ya! ¿ahora quién va a poner? ¡pongan ustedes!.
Después de recoger a sus dos niñas, pasa también una oficinista que acepta bailar un vals con el payaso; pasa, finalmente, una señora que se acerca a poner una moneda y parece que roza el suelo, que no camina...

El agua de la fuente sigue cayendo, metáfora de que nos vamos, pero lo demás continúa. Algunos compañeros, en el centro de la plaza, seguirán discutiendo apasionadamente los destinos del país; un viejito revelará cada día, nuevamente, los secretos de las matemáticas; los maestros del aerosol rifarán pinturas de cielos y delfines para vivir. Las palomas vendrán y se irán...y cada persona que con su propia historia a cuestas pase por la plaza, aunque no la relate dejará una estela vibrante, alimentará con sus pasos el latido de la plaza. La plaza de todos.

Contar después las monedas que se acumularon en la lata fue casi una profanación del momento. Al mismo tiempo, mirarlas nos da hoy la certeza de que no hemos imaginado todo esto.

Mientras el taxi nos lleva a casa, toco un par de piecitas...¿Qué mejor manera de terminar el día que dejar al taxista sumido en algo que nos late a melancolía?. Y lo dejamos partir, apenas iluminado su taxi con lo último que queda de sol, casi rozando no más la calzada, al vaivén de unos acordes de acordeón y de sus propios recuerdos...