lunes, 14 de junio de 2010

después del 11

Con música de fiesta,
con nuestra alma en el aire
nos han matado.
La sierra refleja,
mientras corta nuestros huesos.

Sigue.
Muerde mi corazón, que la anemia hace que no te sienta
Termina de matarme.
Elimina,
desaparéceme.

Estamos fusionados
mírame a los ojos mientras tu puñal va separando mis tejidos
sin llanto
sólo
simplemente
un dolor que no comprendes
que es mío y tuyo
desde que le mentí a la mentira
amándote, cuídándote
fertilizando la tierra que te alimentará cuando ya esté muerta.

(Febrero 2007)

lunes, 25 de enero de 2010

Los falsificadores

Cuando se rompa la jaula de oro, será porque el planeta colapse. Pero qué tal si se rompe porque los enjaulados como animales –en jaulas llenas de mierda- son quienes rompen la jaula de oro y es para señalarnos la libertad? Y qué tal si estamos tan sanos y gordos que nos confunden con el opresor? Nos dará vergüenza….Y si allí mismo nos ejecutan, tendrán el derecho, porque no hicimos nada y podíamos.

El director alemán Stefan Rudotwitzky, el mismo director de “La vida de los otros” 2006, sobre un espía de la kgb de alemana oriental; presentó el 2007 una historia del otro lado del muro: sobre los nazis. No es que la vida haya sido mejor…

La historia es real, basada en el testimonio escrito por uno de sus protagonistas (título: “El taller del demonio), luego adaptado para el cine.

Relata las “aventuras” del “mejor falsificador del mundo”, para su mala suerte judío en plena época nazi. Logra mantenerse con vida sólo por el potencial de su trabajo: falsificar dólares para los nazis, que estaban a punto de perder la guerra.

Pero existe otro protagonista, el que se resiste a crear dinero para los asesinos. ¿Sobrevivir mendigando cada bocanada de aire, como una sanguijuela, que a pesar de todo no quiere avergonzarse de sentirse viva? Sólo es cuestión de tiempo… la pregunta es si vale la pena. August –el del testimonio- decide que no vale, lleva “sus principios hasta el fin” (metafísica popular con derechos registrados, ojo).

¿Pero por qué este saboteador no es ejecutado? Porque es imprescindible para la falsificación… porque es una reserva de dignidad, porque no relativiza “esa” muerte.

Las locaciones se sienten como en sueños, neblinosas, casi irreales. El falsificador sobrevive, pero lo único real en su vida es la pesadilla de aquella jaula. Afuera sigue la cárcel, actualizada, con otras reglas.